First Dates
Aquel encuentro no fue el único, todo lo contrario. Tanto la piel roja como el rostro pálido deseaban volver a verse, ese impulso acompañado del miedo a lo desconocido o a caer en una trampa, pero algo definitivamente irresistible. Sus encuentros eran furtivos, se diría ciegos en el sentido más literal de la palabra. Ella, siendo cazadora, jugaba con ventaja. Empezó a buscarlo, fingiendo estar escondida pero haciéndose ligeramente notar, lo suficiente para que él la detectara y la vislumbrara. Dejó que la siguiera hasta que pudo ver por dónde solía ir, su rincón de pensamiento, su punto de encuentro, todo sin hablar, casi sin verse, pero sabiéndolo todo. De vez en cuando, él se dejaba caer, escondido, en aquel rincón. Ella ya sabía de dónde venía, a veces escondiéndose, a veces levantaba la vista para verlo pero le hacía dudar si realmente lo había detectado. Un juego continuo del gato y el ratón...