Cercania al Paciente II
Por fin tuvo ocasión de conocer a aquel paciente y realmente hacía honor a todo lo que había leído sobre él, un auténtico ejemplar de estudio para una psiquiatra ambiciosa y de pocos escrúpulos. Así que ni corta ni perezosa, la doctora Quinzel empezó a tener con asiduidad, la que permitía el régimen carcelario, entrevistas con el personaje. A diferencia de otras personas, su mente tenía un reflejo en su físico y en su apariencia: delgado, muy fibroso, el pelo teñido de un verde chillón, unos ojos saltones y una especie de sonrisa deformada, además de una actitud profundamente histriónica, que le hacía parecer un payaso tenebroso. Sin embargo, esto no sólo no amedrentaba a la doctora, sino que la atraía poderosamente, fascinada por la fuerza y originalidad del personaje. La atracción se convirtió en mutua, probablemente, porque el susodicho estaba acostumbrado a infundir temor con su macabra presencia. Podría ser un loco o un psicópata o las dos cosas, pero sobre todo era muy inteligente, y consciente de su atracción el paciente fue poco a poco manipulando a la doctora, a la vez que aumentaban las visitas y la calurosidad de estas. Pronto aquello tendría como era de esperar, fatales consecuencias...